Hola, me llamo Luisa y soy galerista

24.03.2023

Hola, mi nombre es Luisa y soy galerista. Esta sería la presentación si estuviera en un grupo de ayuda para controlar una adicción. ¿Es ser galerista una adicción? Mientras lo escribo no estoy segura si me gustan las ideas que se me ocurren. Confiamos en personas que en algunos casos no nos son leales, en las que invertimos o gastamos nuestro dinero. Estas personas algunas veces nos gritan y nos faltan al respeto, supongo que así creen dar salida a su frustración. Pero, oye artista: que yo soy del bando de los buenos y de los que creían en ti. ¿Invisibilizan los creadores de obra los esfuerzos de una galería de arte?

Hay algo que me sorprende desde que soy galerista. Una vez me dijo una persona que pinta que la función principal de un o una galerista es sujetar la copa de cava con elegancia. Yo no bebo cava, pero ese cava lo pagamos las galerías con un dinero que en ocasiones no ganamos con la venta de sus obras. Por cierto, sobre la diferencia entre alguien que crea cosas más o menos estéticas y artista hablamos otro día.

Me sorprende desde que me dedico a esto el enorme desconocimiento que hay de lo que es una galería de arte. Frases como la anterior, especialmente viniendo de alguien que se dedica a ello desde hace décadas me parecen terribles. Alguien que crea obra debería conocer su oficio y si no sabe qué es una galería de arte, posiblemente debería replantearse algunas cosas.

Al principio me llamaba la atención que alguna obra realmente buena no tuviera el reconocimiento que a priori y visualmente merecería. Cuando le das una oportunidad a esas personas entienden que fracasen. Hay una cosa clara, en los negocios nunca se toca la persona. Si haces negocios con alguien se habla del negocio, pero no se insulta a la persona con la que trabajas, tampoco se le grita o se le falta o se le intimida. Imagino que las historias sobre Vincent van Gogh están haciendo mucho daño y todas esas personas sin habilidades sociales piensan que esas carencias les van a hacer grandes. No lo sé, pero en cierto modo duele que muchas de estas personas terminan dejando este mundo sin haber perdido esa ilusión de tener éxito, con unos cuantos trasteros llenos de obra que al final no le interesa a casi nadie, o a nadie. El valor de una obra lo da una carrera artística y la profesionalidad de la persona que crea. Esa persona necesita que alguien le presente en los foros más importantes y ese alguien son las galerías de arte.

Es difícil hablar de las habilidades sociales necesarias porque la paleta de carencias es grande y muy particular de cada persona.

Pero en general, si alguien invierte en otra persona se debe reflexionar sobre el significado de la palabra inversión y lo que conlleva para quién invierte. Parece lógico, ¿no? Imagino que parte de quien lee esto no lo entienden, especialmente si en la reflexión se posicionan en el rol de receptor de bienes. Es mejor para entenderlo y empatizar ponerse en el rol del inversor. Si aún no se entiende, un ejemplo es entender la diferencia entre regalar el dinero a alguien desconocido, cualquiera, o pagar la hipoteca de su propia casa. Grotesco, ¿no? Especialmente porque la persona que recibe ese dinero por la calle nunca lo agradecerá y posiblemente no haga buen uso de él.

La vida del o de la galerista es dura. Una exposición fallida nos deja sin vacaciones. Un segundo fracaso, abre el planteamiento si de verdad es tan urgente cambiar esa ventana en casa por la que entra agua cuando llueve. Otro fracaso más y las marcas blancas del supermercado empiezan a parecer inaccesiblemente caras. Entre tanto las galerías siguen publicando en redes una dolce vita con imagen de éxito, porque una foto es solo eso, una foto.

Soy galerista y me gusta; posiblemente sea una adicción. Me gusta descubrir arte y artistas de calidad, me gusta cuando su obra triunfa y me duele cuando no se valoran mis esfuerzos. Cada decepción es un duelo que hay que trabajar. Y una parte de superar el duelo es buscar nuevos desafíos y nuevas oportunidades.